La máxima canallada de Octavio Spíndola Zago en su libro: manipular la realidad histórica en cuanto a endogamia-exogamia para que sus datos sin sustento documental cuadren con su obsesión de un Chipilo fascista

Octavio Spíndola Zago suele mostrar en redes su repudio hacia la práctica del plagio. Así lo hizo en repetidas ocasiones por lo ocurrido con la ministra Yazmín Esquivel Mossa. Estoy absolutamente de acuerdo.

Sin embargo, aquello que merecería ser punible académicamente no inicia ni acaba con el plagio. También está lo que Spíndola comete una y otra vez en su libro Labor omnia vincit (2022), es decir: la manipulación y falseamiento de los datos, los sesgos y tergiversación del objeto de estudio a fin de bastardear todo hasta que el libro de sus sueños quede perfecto.

Spíndola asegura en ese libro que hubo una ligera endogamia y varios mestizos durante los primeros 30 años de la comunidad, para luego declarar que esa misma comunidad se volvió fuertemente hermética por influjo fascista. Es decir, sugiere que la naciente exogamia en Chipilo fue interrumpida por ideologías fascistas. Lo grave es que afirma lo anterior sin presentar sustento documental alguno. Y que la realidad histórica lo contradice brutalmente. Del mismo modo, a diferencia de las otras barbaridades de Spíndola en este libro, lo grave aquí es que ni siquiera presenta sus ideas como hipótesis de trabajo o hipótesis contrafactual, sino que las afirma como una realidad que él hubiera demostrado con datos o pudiera demostrarla.

En esta reseña, que por su complejidad parecería eterna, doy a conocer por fin hoy, a casi un mes de haber recibido del cronista oficial de Chipilo, Dr. Alfredo Dossetti Mazzocco, parte del estudio que él está haciendo desde hace años sobre los fundadores de Chipilo y sus descendientes de varias generaciones. Se trata de un libro, el de Dossetti, que será parteaguas para entender no sólo genealogías sino múltiples aspectos de nuestra comunidad lingüística de etnia alóctona. Por fortuna, ante los delirios de Spíndola, el Dr. Dossetti estuvo en condiciones de facilitarme este estudio que agradezco y que es, ni más ni menos, que la investigación archivística que Spíndola no consideró necesario hacer como sustento documental en su libro.

Se trata del primer estudio serio que se da a conocer sobre la dinámica endogamia-exogamia en Chipilo, que tanta polémica y estigma ha generado sobre los chipileños.

En otras palabras, una absoluta canallada la cometida por Spíndola Zago. He aquí las páginas a las que el Dr. Dossetti respondió. Se verá la prepotencia académica, el capricho, el mero antojo vil de afirmar lo que sea pues no pasa nada. ¿Qué diablos importa citar o no fuentes si por fin llegó a Chipilo y a todo México el historiador que todos esperábamos?

Si en las entregas anteriores teníamos la duda de una ignorancia supina por parte de Octavio Spíndola Zago en cuanto a su comunidad natal y objeto de estudio, hoy en cambio, con los datos duros que hemos presentado, no nos queda ya la menor duda de la intención de ese pseudoacadémico por manipular la realidad histórica de Chipilo para sesgar la investigación de la que tan ufano anda a fin de hacer cuadrar todo su tinglado en una única respuesta reduccionista, desatinada y por tanto despreciable: según él, todo en Chipilo se debe a la propaganda fascista que hubo desde 1924 hasta -no me queda clara la fecha- 1943, quizá.

No contento con responder fascismo: sí a todo de ese modo autoritario y antiacadémico, incluso osa desmentir porque así se le da la gana todos los anteriores estudios hechos para, sin mostrar prueba documental alguna, sospechar que la identidad chipileña posterior a esa propaganda fascista es un fascismo subjetivado comunitariamente: convertido en tabú. Algo de lo que ya nadie se acuerda como si hubiera ocurrido ayer y, justo por eso, ha sido internalizado por los chipileños en su cotidianidad.

Posfacismo, asegura él.

La cuestión es muy simple entonces: en Chipilo transcurrieron 12 años de absoluta endogamia (desde 1882 hasta 1894) cuando todavía era una colonia de italianos de nombre Fernández Leal (desde 1882 hasta 1898) antes de pasar a convertirse políticamente en el pueblo llamado Francisco de Javier Mina. De 1894 en adelante, la exogamia se desarrolló en la comunidad de modo bastante gradual, casi a cuentagotas, pues la regla impuesta por los fundadores nacidos en sus pueblos italianos era practicar la endogamia (que no el incesto, como muchos suelen creer); en algún momento de la historia del pueblo, la exogamia fue creciendo hasta equipararse con la endogamia y hoy en día lo menos común es esta práctica endogámica, como bien apunta Lucia Sbrighi en su estudio El aumento de las uniones mixtas en Chipilo, México: actitudes y percepción identitaria en una comunidad inmigrante de origen italiano (2018); trabajo que, no podía ser de otra manera, Spíndola tampoco incluyó en su libro.

¿Qué pasa en Chipilo tras haber dado a conocer todos los abusos ‘académicos’ que este historiador cometió? Hay indignación, por supuesto, pero al final nada.

¿Y en el mundo académico qué ocurre? Nada. ¿Por qué no enviar entonces el infundado y por tanto vil libro a un concurso del INAH para ver si alguien premia semejante investigación sin sustento documental y por ende sin ética en las partes más sensibles de su objeto de estudio, es decir, todas las que involucran ideas de Spíndola sobre Chipilo? ¿Es posible que el autor que no ha dado la cara ante su pueblo decida concursar y que un respetabilísimo jurado nacional no note tantas inconsistencias y marranadas? ¡Sí!

Claro que en X la norma dicta que hay que mostrarse un poco más formal. Y todo aquel que sabe seguir la etiqueta aunque le valga gorro la ética, pues:

¿Cómo es posible que ocurran tales cosas? Fácil: los académicos mexicanos desconocen groseramente la tan minoritaria cultura chipileña, por lo cual cualquier bobo puede llegar a hacerla de engañabobos y llevarse una mención honorífica. Finalmente se trata de un tema lo suficientemente morboso como para deslumbrar a cualquiera. ¿Qué demonios importan las fuentes, las omisiones, los estiramientos conceptuales? ¿Qué importa lo que opine la comunidad natal del autor, convertida en objeto de estudio prostituido a fin de trepar?

En lo que escribía esto, encontré al mismísimo Spíndola corriendo a presumir su mención honorífica con Ricardo Cartas.

Escuchemos su rollo mareador:

¿Qué? ¿Otra publicación donde vas a abordar de nuevo este tema? ¡Ya basta, ¿no?! Bueno: lo mismo de siempre. Mucho bombo, cero autocrítica.

Franco Savarino, ¿llegas a darte cuenta del daño que puedes ocasionar a Chipilo avalando libracos como este? Has vivido durante años sacando con feroz insistencia tu tan amado giro trasnacional del fascismo en México enfocándote siempre en Chipilo sin siquiera haber probado hasta hoy por qué tan funesta propaganda llegó, según tú, sólo a esta comunidad, sin revelarnos con documentos por qué la élite intelectual e ideológica fascista italiana y mexicana no decidió ir a las demás colonias fundadas entre 1881 y 1882, que para esos años todavía estaban en pie o, si sus habitantes se habían ya dispersado por el país, cualquier movimiento trasnacional que se respete habría debido y podido ir a buscarlos, convocarlos y congregarlos, tal como ocurre hoy, en pleno 2023, pues cualquier imbécil que abra en Facebook una página de nombre desdendientes de algo logra juntar gente de las seis colonias que se fundaron.

¿De qué sirve el llamado giro trasnacional del fascismo que introdujiste en México, Savarino, si tus acólitos van a escribir porquerías como estas?

De hecho, hace poco ya hubo reclamos contra el giro que has propuesto, ¿recuerdas?

El propio Spíndola advierte sobre eso de irse con las teorías o metodologías de moda en alguna de sus tantas entrevistas:

Y no cabe duda de que el enfoque trasnacional del fascismo en México está de moda hoy por culpa de Savarino, tuya, de los otros por ahí que también han hecho tesis y publicaciones sobre el llamado Chipilo fascista.

Creo que va siendo hora de bajarle a eso de andar usando comunidades para beneficio académico personal. Sobre todo en casos como el de Spíndola, que no duda en prostituir la historia, cultura y lengua reales de su propio lugar de origen quién sabe con qué motivaciones y con qué fin. Sólo él sabe cuáles traumas.

Muéstrense ya como historiadores serios, al menos los que en verdad lo son, porque me parece que con lo expuesto aquí ha quedado más que claro que Spíndola está a años luz de serlo, para desgracia de Chipilo, pues somos nosotros, los chipileños, y no ustedes, los historiadores, quienes estamos limpiando la vomitadera. ¡Vergüenza les debería de dar!

Lo que ha hecho Spíndola es muy grave. No tiene ninguna ética desde la cual ser crítico de nada. Ni siquiera de Esquivel Mossa. Es igual o peor que ella, pues ha escupido no sólo sobre la historiografía genuina sino sobre su comunidad natal como un auténtico bastardo de la historia de Chipilo.

Terminaré diciendo por hoy que los prejuicios de los forasteros ante la práctica endogámica chipileña se reflejan en todo momento y lugar, al punto que es imposible, por ejemplo, tomar un taxi desde Puebla hacia Chipilo sin que el taxista te formule siempre las mismas preguntas, entre las cuales quizá la primera sea: ¿Y se siguen mezclando sólo entre ustedes?, a lo que suelo responder que mi padre, Ernesto Montagner Précoma [1940-2016] se casó en 1968 con Teresa Anguiano Martínez [1942-2018] de origen michoacano y que nací en 1975 siendo mestizo. Con esa declaración verídica, el taxista queda desarmado y actúa más desenvuelto en la retahíla de curiosidades que uno debe desmitificar.

Curiosamente, ni yo ni el propio Octavio Spíndola Zago existiríamos hoy si Chipilo en verdad se hubiera mostrado fuertemente hermético ante la exogamia por influjo del fascismo, pues habría sido imposible que una tan hermética comunidad hubiera aceptado a alguien como su abuelo, originario de Oaxaca, Roberto Spíndola Rodríguez quien, para colmo ante una comunidad tan hermética y posfascista, fue registrado sólo con los apellidos de su madre por ser de padre no conocido, ¡uh, no!, ¡jamás!: ¡imposible!, y menos todavía en el censo de 1930, cuando tanto su abuelo como sus hermanas vivían en Puebla pero resulta que ya se apellidaban Spencer (parece que eran todos hijos de alguien de nombre Jorge Spencer) y, pese a todo el fascismo y posfascismo descubierto por el nieto, ese abuelo oaxaqueño terminó muriendo en Chipilo con los apellidos ya no Spíndola Rodríguez ni Spencer sino Spíndola Spencer. Luego el propio padre del homónimo Octavio, un carpintero que me dio clases en la secundaria, siendo mestizo de apellidos Spíndola Zecchinelli, no se sabe por influjo de qué, decidió casarse no exogámica sino endogámicamente (por parte de su sangre chipileña, como todos en el pueblo bien sabemos).

Lo que pones en la página 248 de tu libro bajo la forma de una de tus entrevistas como lo que pasó con el fascismo entre los chipileños teminada la propaganda habría vuelto imposible que tu abuelo pudiera habitar hasta su muerte en Chipilo.

Algo en estos párrafos de tu libro no me cuadra, Spíndola. ¿Sabías que en los pueblos de origen de los fundadores de Chipilo, cuando un joven iba en busca de novia a un municipio diferente, por vecino que este fuera, o incluso cuando se desplazaban de una localidad a otra dentro del mismo municipio, este joven enamoradizo era recibido por otros no muy gratamente que digamos? ¿Pero para qué ir hasta allá, que tú sabrás mucho de historia global pero de etnia nada? Para nadie es un secreto lo que por ejemplo les pasa a los jóvenes de San Luis Tehuiloyocan que se atreven a meterse en San Gregorio Atzompa y viceversa, o incluso dentro de barrios de uno de esos mismos pueblos. Bueno, hace muy poco a un joven chipileño lo mataron en la noche del mero 15 de septiembre en Santa Clara Ocoyucan. ¿No sabías? Pregúntale a tu mami. ¿O será que quizá el fascismo trasnacional también llegó a los pueblos nahuas que rodean Chipilo? Deberías investigar.

Un poquito más de conciencia, historiadores.

En el lugar de tu madre, Spíndola, que según tus ideas sería producto de la endogamia por influjo fascista, no sentiría el menor orgullo por el libro que le dedicaste, en el que sólo juegas de manera asquerosa con su cultura étnica y la de toda su/mi/nuestra comunidad.

Publicado por eduardomontagner

Lingüista y escritor (Chipilo, Puebla, México, 1975). Autor de la novela Toda esa gran verdad (Alfaguara, 2006; Punto de Lectura, 2008, DeBolsillo 2023), y del libro de varia invención Ancora fon ora (FONCA, 2010), escrito completamente en véneto chipileño. Creó la propuesta de escritura castellanizada para el véneto chipileño en su tesis de licenciatura. Tradujo junto con Giampiero Bucci la prosa selecta del poeta Andrea Zanzotto (Vaso Roto, 2011). Ha sido antologado en diversos libros, entre los que se destacan Grandes Hits: Nueva Generación De Narradores Mexicanos (Almadía, 2008), México 20, New Voices, Old Traditions (Pushkin Press, London, 2015) y Palabras mayores. Nueva Narrativa Mexicana (Malpaso Ediciones, 2015) y en El Ensayo 3 (UNAM, 2023). También en 2023, su libro en véneto "Ancora fon ora" fue incluido entre las 100 obras representativas de los 1,000 años de la literatura véneta en el Archivio di letteratura veneta online (A.L.V.E.O).

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